23 mar 2018

La religión del hombre libre

 Mefistófeles refirió al doctor Fausto, en el estudio de éste, la historia de la Creación, de esta manera: "La eterna alabanza de los coros de ángeles había comenzado a ser aburrida: pues, después de todo, ¿no merecía él su alabanza? ¿No les había dado una felicidad eterna? ¿No sería más divertido obtener una alabanza inmerecida, ser adorado por aquellos a quienes condenó a la tortura? Sonrío interiormente, y decidió que debía representarse el gran drama.

 "Durante tiempo incontable la nebulosa candente giró sin objeto a través del espacio. Por último, comenzó, a adquirir forma; de la gran masa central se desprendieron los planetas; éstos se enfriaron; mares hirvientes se hundieron y montañas calientes se elevaron, mientras de las negras masas de nubes diluviaban cortinas de agua cálida sobre la débil corteza sólida. Luego, el primer germen de vid nació de las profundidades del oceano y se desarrolló rapidamente en la tibieza fructificadora de los vastos bosques, en los enormes helechos que brotan del mantillo humedo y en los monstruos marinos que viven, luchan, se devoran y desaparecen. Y a partir de los monstruos, a medida que el drama se fue desarrollando, nació el hombre armado con el poder del pensamiento, el conocimiento del bien y del mal, y con esa sed cruel por la adoración. Y el hombre comprendió que todo pasa en este loco y monstruoso mundo, que en él todo lucha por arrebatar, a cualquier precio, unos breves instantes de vida antes del inexorable decreto de la muerte. Y el hombre se dijo: "Hay un propósito oculto, aunque nosotros no podemos sondearlo, y este propósito es bueno; puesto que debemos reverenciar algo, y en el mundo visible no hay nada digno de reverencia."  El hombre se apartó de la lucha, resolviendo que la armonía que Dios intentaba surgiera del caos mediante el esfuerzo humano. Y cuando seguía los instintos que Dios le había transmitido por su estirpe de animal de presa, llamó a esto pecado y pidió a Dios que lo perdonase. Pero dudaba de si, efectivamente, sería perdonado, hasta que inventó un plan gracias al cual la ira de Dios había de apaciguarse. Y al ver que el presente era malo, lo hizo aún peor, para que de este modo futuro pudiera ser mejor. Y dio gracias a Dios por la fuerza que le hacía capaz de abtenerse incluso de las alegrias que eran posibles. Y Dios sonrío, y, cuando vio que el hombre había llegado a la perfección en la renuncia y en la adoración, envío a través del cielo otro sol, que se estrelló contra el de los hombres, y todo volvió de nuevo a ser una nebulosa.
"Sí, murmuró, fue un buen drama; tendré que representarlo otra vez."
 Tal es, en líneas generales, pero todavía más carente de finalidad y de sentido, el mundo que la ciencia brinda a nuestra credulidad. Es en un mundo así donde nuestros ideales habrán de refugiarse.

  • Bertrand Russell / Escritos básicos

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